Hay tres actitudes
fundamentales que tenemos que tener en cuenta a la hora de afrontar
adversidades, que son generadoras de cambio: aceptación – autoestima –
creatividad
- Aceptación: hay realidades que no podemos cambiar, situaciones que no podemos evitar y debemos asumirlas como tales y avanzar. Cuando no aceptamos lo que nos pasa, buscamos culpables o negamos la realidad con la actitud irresponsable de vivir en la queja y victimizándonos. Aceptar lo fortuito de la vida nos da fuerzas para seguir adelante.
- Autoestima: saber que valemos por existir. Nuestros pensamientos, creencias, evaluaciones, sentimientos, actitudes, emociones y comportamientos dirigidos hacia nosotros mismos definen nuestra autoestima. Si elegimos tener pensamientos y sentimientos positivos, nuestra estima será alta y equilibrada. Si optamos por tener pensamientos y creencias negativas, tendremos una estima baja. No somos la mirada de los demás. Somos lo que elegimos ser a cada instante y tenemos que saber que si no nos gusta lo que estamos siendo, siempre podemos cambiar.
- Creatividad: ante
el conflicto. Tenemos la tendencia a engrandecer nuestros errores,
castigarnos por las equivocaciones que cometemos por ignorancia, sentirnos
mal por las dificultades que se nos presentan y convertirlas en nuestros
verdugos. Disminuimos y subestimamos nuestra capacidad para resolver lo
que se nos presenta y no nos creemos capaces de avanzar creativamente. Es
importante que cultivemos la autoeficiencia creativa ante los problemas.
Para esto hay que confiar en el funcionamiento de nuestra mente y asumir
que somos capaces de superar conflictos.
La manera como
respondemos frente a alguna circunstancia, la actitud de víctima o héroe, es lo
que determina la manera de experimentar la vida.
Nuestro cerebro
responde de inmediato ante los estímulos emocionales. Científicamente se ha
comprobado que nuestros pensamientos producen la descarga de una sustancia
química que influye en cómo nos sentimos: los neuropéptidos.
Hay sustancias
químicas para cada estado emocional (endorfinas, serotonina, dopamina,
adrenalina, cortisol). Cada vez que tenemos un pensamiento, nuestro hipotálamo
libera inmediatamente ese neuropéptido al torrente sanguíneo. Cada célula de
nuestro cuerpo tiene miles de receptores abiertos a los neuropéptidos, por eso
los pensamientos y las emociones afectan nuestro cuerpo. Por eso si pienso
bien, me siento bien, si pienso mal, me siento mal.
Los pensamientos negativos
generan ansiedad, malestar emocional y alteran el comportamiento de las
personas de
tal forma que perturban sus vivencias. Roban bienestar y armonía con uno mismo
y con los demás, pueden originar
trastornos psicosomáticos, colocando a la persona en un estado de
desagrado e incapacidad para
sobrevivir y mantener la ilusión por la vida.
Los pensamientos positivos potencian
emociones positivas (alegría, anhelo, felicidad,
ilusión, bienestar físico…) y comportamientos
dirigidos a la gratificación y a la resolución de problemas. Se ha
demostrado que quienes gozan de estas emociones incrementan su estado de salud
y se recuperan más fácilmente en caso de estar enfermos.
Entonces, lo que
pensamos tiene una gran influencia sobre nuestra salud. Nuestros pensamientos y
sentimientos pueden conducirnos a la enfermedad o a la salud, determinan si nos
dirigimos hacia un camino u otro.
Los investigadores
dicen que si una persona se desvaloriza o se considera un fracaso, así habrá de
ser. Visualicen y esperen el fracaso y es casi seguro que fracasarán. Es lo que
se conoce como “profecía autocumplida o autoprovocada”. Si no creemos que
podemos tener éxito, si no creemos que podemos ser felices realmente, no
intentaremos serlo, y así demostraremos que tenemos razón.
Por lo tanto, los
pensamientos positivos, la autoconfianza, la fe en la vida, en Dios o en el ser
superior en el que creamos, el creer que podemos descubrir o crear la forma de
satisfacer nuestras necesidades y deseos, son pensamientos que proporcionan
energía para actuar en forma creativa y determinan nuestra dirección y
posibilidades de éxito.
También existe,
entonces, un vínculo directo entre los
pensamientos y la salud. Se ha comprobado, con una serie de investigaciones,
que:
-
El sistema nervioso central, donde se
asientan los pensamientos, las ideas, las percepciones, las emociones y los
recuerdos,
-
El sistema inmunitario, que protege al
cuerpo de las infecciones, y
-
El sistema endocrino, que segrega
hormonas importantes
no están separados,
sino íntimamente ligados e interconectados.
Estos aportes
científicos dieron lugar a la Psiconeuroinmunología, una nueva rama de la
medicina que está revolucionando la manera de entender la salud y la
enfermedad, y que trata la comunicación entre cuerpo y mente y la importancia
de los pensamientos y emociones entre esas dos partes.
Si uds. están
deprimidos, enojados, estresados, angustiados, o son pesimistas, tienen el
doble de probabilidades de contraer una enfermedad grave. Las hormonas del
estrés y otras sustancias químicas del cerebro que estos estados negativos de
la mente generan, inundan el cuerpo y reducen la capacidad del sistema
inmunitario de luchar contra la enfermedad.
Los pensamientos
positivos y agradables producen los neuropéptidos que promueven sustancias
químicas como las endorfinas, que son las que nos dan la sensación de bienestar
y felicidad. Cuando estas moléculas “felices” fluyen por el sistema “charlando”
con los billones de células, Uds. dominan bien el estrés, sus defensas aumentan
y así se previene o retrasa la aparición de enfermedades.
Los pensamientos pueden
determinar si vivimos o morimos.
Un claro ejemplo de
esto es la vida de Víctor Frankl, psicoterapeuta austríaco, creador de la
Logoterapia, y autor del libro El hombre en busca de sentido, entre otros.
Estuvo preso en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial,
junto a su familia. Durante su estadía fue observando a sus compañeros y a él
mismo, siempre con la esperanza de la liberación. De esta forma, al terminar la
guerra, reunió todo lo que había apuntado y así desarrolló la técnica de
logoterapia.
Concluyó que la
naturaleza humana es corpórea y espiritual. Todo lo que afecta al cuerpo,
afecta directamente nuestro espíritu, pues espíritu y cuerpo son inseparables.
Además el ser humano, busca su bien, sin importar las circunstancias que lo
rodeen. Para una persona que tiene expectativas a futuro, su supervivencia
alcanzará extremos inimaginables, mas si no espera nada a futuro y las
condiciones se tornan difíciles, ante la mas mínima dificultad, el cuerpo y la
mente comienzan a debilitarse y a perder esperanzas y de a poco, el sufrimiento
consume al ser hasta matarlo.
Tal es el ejemplo de
los campos de concentración, experimentado por Frankl, quien observó lo
siguiente: viviendo bajo condiciones precarias y mínimas en higiene,
alimentación, salud, etc; los prisioneros que mantenían viva la esperanza de
libertad, fueron los que se mantuvieron más fuertes y soportaron hasta el final,
pero los que sentían que la vida terminaba ahí no se mantenían con vida por
mucho tiempo, se debilitaban, y finalmente morían por enfermedad o en las
cámaras de gas.
A través de esta
observación, el psicoanalista descubrió que cada uno debía excavar en su
interior, descubrir el por qué de nuestra existencia y encaminarnos en busca
del sentido de nuestra existencia. El hombre por su naturaleza, es un ente
libre, y gracias a esto puede elegir amigos, actitudes, preferencias, etc.
Dentro del Campo de Concentración, por el simple hecho de ser prisionero, se le
privaba de libertad, coartado a realizar tareas forzosas que lo degradaban en
su dignidad. Pero, de igual forma nadie podía quitarle lo más íntimo: la
libertad interior, que permanecería en sus manos, pasara lo que pasara. Así
podía adoptar la conducta que quisiera ante las circunstancias que se le
presentaran.
Frankl nos aclara que a
pesar de las dramáticas y terribles circunstancias que pueden afectar a la
persona humana, ésta conserva su capacidad de elección, es decir, el hombre es
capaz de mantener su libertad espiritual e independencia mental.
Frankl afirma: “Al
hombre se le puede arrebatar todo, excepto una cosa: La última de las
libertades humanas - la elección de la actitud personal ante un conjunto de
circunstancias- para decidir su propio camino.”
Perder la libertad es el
resultado de una decisión íntima, y es esta misma libertad, la libertad
espiritual la que hace que la vida tenga sentido y propósito.
Por la propia decisión
de ser libres, de elegir, debemos saber encontrar un verdadero sentido a todas
las circunstancias, pues de otro modo no tendría sentido vivir. Debemos hacer
que las circunstancias le den un profundo sentida a nuestras vidas: el para qué
al que nos referíamos al principio de la charla.
Frankl dice que la vida
revela su sentido cuando vivimos para alguien o para algo, en un sentido
liberador y creativo, no obsesivo y dependiente, es decir, cuando tenemos una
meta, un para qué vivir. Y cuando a una persona le toca enfrentar situaciones
difíciles (enfermedades u otras), debe encontrar en ellas la oportunidad de
realizar su sentido, para lo cual es determinante la actitud que tomemos hacia
el sufrimiento y a qué hacer con él. En cierta manera, deja de ser sufrimiento
en el momento en que se le encuentra un sentido.
Todos tenemos una
misión que cumplir, vinimos a este mundo con una misión. Debemos trabajar para
descubrirla. La enfermedad, o una situación de crisis, es la oportunidad para
indagar en nuestro interior sobre nuestra misión. La esencia de la existencia
consiste en la capacidad del ser humano para responder responsablemente las
demandas que la vida le plantea en cada situación.
Dice Mamerto Menapace,
que “encontrarle un sentido a la vida es un trabajo de agricultura, es descubrir
el para qué, sembrarlo, cuidarlo, y hacerlo llegar a dar fruto. Es todo un
trabajo.”
Entonces, el
pensamiento positivo ayuda, el entusiasmo por la vida es curativo, encontrarle
un sentido a nuestra vida nos permite seguir en camino. Porque cada persona
tiene en sus manos la capacidad ilimitada de dirigir el proceso de su salud y
de su vida.
Y algo que debemos
incluir en nuestra vida diaria, es la gratitud. La gratitud actúa a
través de una Ley Universal que gobierna toda nuestra vida: la Ley de Atracción,
que rige toda la energía de nuestro universo. Por la Ley de Atracción, lo
semejante atrae a lo semejante. Por lo tanto, como nuestros pensamientos y
sentimientos también son energía, atraemos lo que pensamos y sentimos.
Si pensamos “no me
gusta mi trabajo”, “no me alcanza el dinero”, “no puedo encontrar a la pareja
perfecta”, “no me llevo bien con mis padres”, “tengo un hijo con problemas”,
etc. atraeremos más experiencias similares.
Pero si pensamos en
cosas por las que podemos estar agradecidos, como “me gusta mi trabajo”, “mi
familia me apoya”, “he pasado un fin de semana maravilloso”, etc., y sentimos
sinceramente gratitud, la ley de atracción dice que atraeremos más de esas
cosas en nuestra vida. Funciona igual que cuando el metal es atraído por un
imán: la gratitud es magnética, cuando más gratitud sentimos, más abundancia
recibimos.
Habrán oído: “todo lo
que haces te vuelve multiplicado”, “lo que siembras cosechas”, “lo que das es
lo que recibes”, todos estos refranes hacen referencia a la misma ley. Sin
embargo, en la actualidad, el poder de la gratitud sigue siendo un gran
desconocido para la mayoría de las personas, porque para experimentar la magia
de la gratitud, hay que practicarla!
Entonces, no importa
quién seas, ni dónde estés, ni cuáles sean tus circunstancias actuales, la
magia de la gratitud cambiará toda tu vida. La gratitud puede transformar tus
relaciones para que sean felices y significativas, puede volverte próspero para
que tengas el dinero que necesitas para hacer lo que quieres hacer, aumentará
tu salud y te hará más feliz. Cuando empezamos a pensar en todas las cosas por
las que estar agradecidos, dejamos de lado lo que nos falta, y tomamos
consciencia de todo lo que tenemos, y al agradecerlo de corazón, eso que
agradecemos se multiplica. Lo que no agradecemos se pierde.
Les voy a proponer un
ejercicio: cada mañana, al levantarse, tomen una hoja y una lapicera y hagan
una lista de 10 cosas por las que están agradecidos. Luego léanlas, y digan
“gracias, gracias, gracias” al finalizar cada una. Repitan este ejercicio
durante un mes, todas las mañanas, se sorprenderán por la cantidad de cosas que
tienen para agradecer. Sientan esa gratitud, y verán cómo se multiplica la
abundancia.
A la noche, antes de
dormir, piensen en lo mejor que les pasó durante el día y agradézcanlo.
Así, cada día se
levantarán y acostarán agradeciendo. Esto cambiará radicalmente la energía de
cada uno de Uds.
Revisen todas las áreas
principales de su vida: salud, dinero, felicidad, carrera, hogar y relaciones,
aquellas que no sean maravillosas y en las que no experimenten abundancia, es
por la falta de gratitud.
Así que a practicar la
gratitud para que nuestra vida cambie mágicamente.
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